Vivir en una voracidad de imágenes no es lo mismo que ser voraz. Una publicidad de una cámara en la TV de los noventa: "La vida no se detiene para que saques una foto".
Cien años antes, el pintor "Nabi" Pierre Bonnard, fotografió a su amante/compañera Marthe, a su familia y amigos -incluyendo a su amigo y pintor Nabi Edouard Vuillard- en jardines y bosques, jugando, comiendo. Sus fotos de Marthe en la bañera se volvieron estudios para sus pinturas. (Escuché que Marthe sufría de psoriasis, tomaba baños para aliviarse, así que eso afectó mi manera de mirarlas). A Bonnard le gustaban sus figuras en movimiento, capturar el instante como pocos fotógrafos lo hacían en esa época (aunque Muybridge lo hiciera, como se sabe). Usaba su cámara fija como un teléfono celular, y para 1890 cuando comenzó a fotografiar, siempre como amateur, la velocidad de exposición estaba allí: en 1880 George Eastman había desarrollado una cámara cuyo tiempo de exposición era un 1/50 de segundo. La vida no podía detenerse.
Un brazo, una pierna, un torso que se vislumbra, el encuadre de Bonnard es único. Las personas bailaban sobre el césped, fuera de cuadro, volaban dentro del cuadro, dos hombres luchaban en el aire. La energía impregna sus imágenes, o es la dinámica llamada Vida.
Uno siempre habla de entregarse a la naturaleza. También existe entregarse a la imagen. -Pierre Bonnard, 8 de febrero de 1939.
Mi imagen favorita es la de Renée, una niña, abrazando un perro. Está inclinada sobre el perro, su cabeza y su rostro están envueltos en un sombrero blando de paja. Predominan tres formas, todas encuadradas en el centro: una pequeña figura en un vestido suelto, blanco o de color claro suelto; un sombrero de paja grande cuya ala sobrepasa la cabeza y el rostro; y un perro negro grande cuya cabeza está apoyada en uno de los brazos de Renée, con el hocico y la cara mirando a cámara. Renée usa medias o soquetes oscuros, uno de sus pies se alza con levedad sobre el piso de pie-dritas, está en movimiento. Ese diminuto pie mueve la imagen entera desde el suelo hacia el espacio.
Las fotografías de Bonnard lucen como si su cámara hubiera rozado las superficies con pinceladas rápidas, relajadas. Algunos las llaman pictóricas. Bonnard buscaba fluidez, o energía, y esto se relacionaba con la manera en que miraba en cualquier género o lenguaje que utilizara. Un concepto amplio y complejo, cómo miramos y qué es mirar. Es un misterio, no biológicamente, sino neurológica, cultural y psicológicamente. Los elementos para mirar -o visión- dependen de la cultura y la sociedad, y permanecen en su misterio porque los resultados no son los mismos para todos, aun cuando hayan sido producidos dentro de las mismas estructuras.
La mirada selectiva es como la memoria selectiva, las imposiciones, derogaciones y los sesgos de la memoria (a favor del que recuerda) sitúan al ojo psicológico, social, y confunden lecturas simples de la realidad: variaciones convincentes de lo que se ve compiten como "la Verdad". El ojo organizado por la cultura, digámoslo así, fuerza el "ver". (Miro a un perro o a un gato y nunca veo comida. La lluvia para mí es una llovizna o un diluvio; otras sociedades tienen muchas más palabras para la lluvia). Las personas proyectan, en general inconscientes del mecanismo, y así las construcciones de la realidad se ajustan a ideas ya recibidas sobre ella. Los fotógrafos contemporáneos trabajan con ese ojo prejuicioso, psicológico y subjetivo para jugar a la pelota -para ofrecer una imagen- entre la actualidad y la ficción.
El deseo de atrapar, como esperaba Bonnard, el MOMENTO EFÍMERO es la antítesis de estar en el momento. El fotógrafo es un observador de los momentos de otros.
La Gente de las Imágenes se ha dedicado a esta paradoja, y se entrega a cualquiera de los lados de la ecuación.
* Fragmento del libro Hombres y apariciones, de Lynne Tillman, recientemente publicado por Ripio (388 págs.), con prólogo de Estrella de Diego y traducción de Patricia Scott. A través de un cruce de géneros, el personaje y narrador Ezequiel Stark, un antropólogo cultural especialista en fotografías familiares (el libro incluye muchas), analiza, entre otras cosas, los valores de la imágenes y los valores del arte. Un tema clave del libro es la indagación sobre el efecto de los feminismos en los hombres.