Un reloj, un mueble circular en el centro de la escena, un tiempo que va y viene. El amor, el desamor. Con esa materia prima se construyó Paradero, la obra escrita y dirigida por Simonel Piancatelli puede verse desde hoy, los viernes de mayo y junio, a las 21, en La Orilla Infinita (Colón 2148), con las actuaciones de Macu Mascia y Agustina Guirado. 

Dos mujeres que se aman, a veces se odian, se encuentran y desencuentran, se casan y se divorcian. Un amor tan singular como universal: Carmen y Paloma transitan su relación con el disparador de una pregunta: "¿Por qué durar es mejor que arder?". 

La obra de teatro subvierte el orden cronológico, las cuatro estaciones de un amor, al ritmo de Vivaldi, traen emociones y reflexiones. 

"Después de ver mucho teatro local, a lo largo de tantos años, no encontramos una obra que cuente lo que muestra Paradero, una historia de amor, a lo largo de diez años, que no es nada excepcional, nada del otro mundo. Charlamos más de una vez esa inquietud inicial de Simonel, poner esto en escena", dice Mascia sobre la obra, que se aleja de discursos militantes o reivindicativos, para entrar en las complejidades de un amor.

Piancatelli asiente y dice que no encontraba historias como las que quería ver en la escena rosarina. "Es más fácil encontrar estas problemáticas en parejas hétero y no en una pareja de lesbianas. Hay una fantasía, un ideal de que te elegiste con una mujer, y siempre todo va a ser feliz. Y en realidad somos personas", sigue la directora y dramaturga. 

La historia es circular, y también regula sus intensidades entre lo que se ve y flashbacks teatrales donde las actrices, con un manejo impecable del texto, traen otras escenas. "Hay cosas que mostramos y otras que contamos, no se ven, pero están ahí en la historia para que sea puramente una historia de de amor y de desamor, encuentro y desencuentro entre dos mujeres", sigue Piancatelli. 

Entre lo que muestran y cuentan, las actrices despliegan su talento. Macu Mascia pone en escena un texto muy complejo, y su personaje, Carmen, transita el enamoramiento, la decepción, el dolor y la aceptación, con todos los matices que pasan por su cuerpo, su cara, su voz. 

Paloma, a cargo de Agustina Guirado, está más atada a mandatos familiares, a las expectativas que todavía tallan en la sociedad: una chica destinada a ser una profesional casada con un hombre, a vivir en el country. "¿Qué mierda hizo la sociedad con el amor?", es otra pregunta que lanza Carmen desde el espacio escénico. 

En la Orilla Infinita, quienes asisten a la obra pueden vivir una intimidad que les hace partícipes de la escena. Del enamoramiento al desamor, la sala se convierte en una caldera de emociones donde entran a cocinarse las propias. 

Las actrices junto a Sabrina Marinozzi y Simonel Piancatelli. 
 
 

 

"Hay momentos de esta historia que sí se van a ver, que están sucediendo en tiempo real y hay otros momentos que son más del relato, pero es un relato tan fino, con un realismo tan puro y tan chiquito donde los espectadores están tan cerca de las actrices que logramos transmitir esa anécdota, esa situación, esas problemáticas de estas protagonistas", sigue Piancatelli. 

La construcción anacrónica de la historia se logra con las estaciones. "La tenemos delimitadas por estaciones del año, que también es anacrónico, porque es invierno, primavera, verano y otoño. Ese es el orden que tiene la obra y sabemos perfectamente, a nosotras nos gusta decir, cuándo se pica. Las actrices dicen: 'ahora para ensayar tal estación vamos a a ponerle un poco más de aire porque acá se pica'". 

Hay momentos intensos, que exigen gran destreza a las actrices. "Nunca había estado en una obra con tanto texto, donde fuéramos solamente dos personas en escena, siempre compartí con un elenco más grande y es un vaivén de emociones, de sensaciones y situaciones que plantea Simonel, porque hay momentos en que realmente el viraje es de un segundo a otro, no hay transición, no hay tiempo de salir de tal situación para empezar a meterte en otra", cuenta Mascia.

Y si bien sabe que es una gran exigencia, ya que su personaje tiene cambios de vestuarios, de tono, de emociones, la disfruta. "Es un entrar y salir constantemente y eso desde lo actoral es un desafío que agradezco un montón, porque siento que es todo lo que me gustaría hacer y ver cómo lo hago y cómo puedo hacerlo y si me sale. Quiero hacer todo eso", pondera Mascia.

Los ensayos, las puestas en escena, tuvieron efecto sobre las actrices -también le pasa al público- y las llevaron a reflexionar sobre sus propias vidas y relaciones, porque el texto tiene la potencia de revisar cómo hacemos el amor. 

Las actrices no se conocían entre sí antes de la producción fotográfica previa a los primeros ensayos. La química que tuvieron le confirmó la elección a la directora, que trabaja con la asistencia de Sabrina Marinozzi. 

"Quería contar una historia de de dos mujeres lesbianas, pero que no sea, como estamos acostumbradas, lamentablemente, sólo para el colectivo, que fuera para el público, para que lo vean las personas en general, para mí es importante que venga a ver Paradero gente que no es del colectivo lgtbq+", sigue Piancatelli. 

Y la respuesta del público en las funciones del año pasado demostró que no se trataba de una obra "para lesbianas", sino de una historia de amor que traía preguntas universales. 

Al terminar la obra, el público se va cavilando. "Apenas salen de ver la obra, se hace un silencio, o se van, pero después es hermoso lo que pasa. Son los primeros tres minutos de silencio, y después nos devuelven que es una historia muy fuerte, muy poco vista, que conmueve sus propias historias personales", afirma Piancatelli.