La relación de Haroldo Conti con el periodismo cubre más de dos décadas, que van desde sus notas sobre cine en la década de 1950 a las crónicas que publicó en la revista Crisis en los setenta. El arco entre ambas incursiones muestra las transformaciones que tuvo en su mirada del mundo y de la política y en el vínculo con la propia escritura.
Nacido en Chacabuco el 25 de mayo de 1925, Conti se educó en el seminario -donde desarrolló sus primeras prácticas en las letras, en especial en la dramaturgia- y luego trabajó como empleado bancario y transportista y comenzó a estudiar en Filosofía y Letras de la UBA. Entre 1952 y 1953, fue becario del Club Gente de Cine y asistente de dirección de Román Viñoly Barreto en La bestia debe morir (1952). Entre septiembre de 1955 y marzo de 1956, publicó una serie de artículos breves en el Boletín del Instituto Amigos del Libro Argentino, dedicados al rol del productor argentino y la necesidad de crear un Instituto Nacional de Cine. La última pieza es una crítica de la película El último perro, dirigida por Lucas Demare. A tono con la intelectualidad de la época, las notas denuncian las políticas del peronismo recientemente derrocado.
A fines de esa década, Conti se volcó a la literatura, mientras probaba con oficios diversos para ganarse el pan: oficinista, piloto civil, navegante, docente, redactor publicitario. En 1962 publicó su primera novela, Sudeste, con la que ganó el premio Fabril. Luego vinieron los libros de cuentos Todos los veranos (1964, Premio Municipal) y Con otra gente (1967); y las novelas Alrededor de la jaula (1967, Premio Universidad de Veracruz) y En vida (1971, Premio Barral). Se transformó en una de las voces más potentes de su generación, al mismo tiempo que profundizó su compromiso político en el PRT-ERP. En el marco de esa militancia, escribió algunos artículos para la revista Nuevo Hombre.
Con marcado lirismo, su literatura sin embargo tiene rasgos propios del periodismo: trabaja siempre la exactitud en lo cotidiano. No era lo mismo un motor Ailsa Craig que un Lauson, la cocina Carelli que una de otra marca. La legitimidad de su obra, la precisión, provenía del estar allí, perdido entre su gente, esa otra gente.
Con otra experiencia en la literatura y en la vida (para él eran la misma cosa), no es el mismo Conti el que regresa al mundo del periodismo en los setenta por medio de la revista Crisis, dirigida por Eduardo Galeano junto a Julia Constenla, Aníbal Ford y Rogelio García Lupo. Además de publicar algunos relatos, notas de opinión y crónicas, el escritor pasaba largas tardes en la redacción y formaba parte de la cocina interna del proyecto.
Dos de sus crónicas más recordadas son “La breve feliz de Mister Pa”, que desanda el camino de Ernest Hemingway en Cuba; y, en especial, “Tristezas del vino de la costa (o la parva muerte de la isla Paulino)”, una obra maestra que reconstruye la historia del paraje ubicado frente a la costa de Berisso.
“Conti caminó, vio, tocó y olió. A fuerza de conversar sin apuro, consiguió numerosos testimonios, supo luego montarlos como si estuviera compaginando un film. Así hizo de una isla ignota una gran metáfora, una forma oblicua pero contundente de contar el saqueo de la Argentina”, señaló Juan Bautista Duizeide en el prólogo del libro Haroldo Conti. En prensa. 1955-1976, que recuperó sus colaboraciones en distintos medios gráficos y fue publicado por Ediciones Bonaerenses en 2022.
Escrita en colaboración con su esposa Marta Scavac y con fotografías del cineasta Roberto Cuervo, “Tristezas del vino de la costa” salió en el número de abril de 1976 de la revista y fue el último trabajo publicado en vida de Haroldo. El 5 de mayo de ese año fue secuestrado por una patota de la dictadura y aún permanece desaparecido.
En el número de mayo de 1976 de la revista salió “Era nuestro adelantado”, una reseña de Conti sobre Leonardo Castellani, el sacerdote y escritor que fue, precisamente, quien preguntó por el paradero de su antiguo alumno del seminario en el almuerzo que un reducido grupo de intelectuales mantuvo con el dictador Jorge Videla el 19 de mayo de ese año. También Crisis publicó un artículo de Galeano pidiendo por la vida del autor de Mascaró, el cazador americano.
En un testimonio para la biografía que realizaron Néstor Restivo y Camilo Sánchez, su amigo Aníbal Ford señaló que, junto a su trabajo literario, Conti tenía también un “perfil documentalístico, de cronista, que estaba en desarrollo y en paso al periodismo y que tal vez hubiese llegado a un punto muy alto”. Es imposible saber cómo hubiera sido el camino de Conti en la prensa: se trata de uno de los tantos proyectos truncados por el terrorismo de Estado.
* Licenciado en comunicación UBA, periodista, escritor.