En tiempos donde la palabra “mercado” se invoca como dogma, un grupo de organizaciones de la Economía Popular, Social y Solidaria (EPSS) se preguntó lo más simple y, quizás por eso, lo más radical: ¿a quién le compramos?
La respuesta se fue construyendo colectivamente. El “Primer informe sobre consumos organizacionales”, elaborado por Centro de Estudios de la Economía Social (CEES) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y la cooperativa TES, sistematizó los consumos de 98 organizaciones de la EPSS (Economía Popular Social y Solidaria) de todo el país. La conclusión: aunque existe un universo de bienes, servicios y saberes producidos dentro del sector, la comunicación entre esas organizaciones aún es un desafío a construir para lograr una mayor intercooperación.
Este trabajo es parte del proyecto Construcción de Mercados Intercooperativos en la Economía Popular, Social y Solidaria, en el marco del cual se realizaron dos encuentros con la participación de cooperativas de diversos sectores de distintos puntos del país.
Uno de los hallazgos más fuertes del informe es casi un grito entre líneas: las cooperativas no se conocen entre sí. No es que no quieran articularse; es que no saben cómo, ni con quién. La mayoría de las organizaciones identificó la falta de información como una de las principales barreras para comprarle a otras entidades del sector.
Y entonces, la pregunta ya no es solo qué se consume, sino cómo se construye el lazo entre quienes producen y quienes podrían estar consumiendo esos productos, sin pasar por los proveedores tradicionales de la economía. Así, para apostar por un mercado intercooperativo, la comunicación ocupa un rol central.
“El desconocimiento mutuo, la falta de información sobre el sector y de estructuras específicas que posibiliten o faciliten la vinculación ocupan un lugar central para explicar este potencial no desarrollado”, sostiene el informe.
Ese dato, en clave comunicacional, es demoledor. Significa que más allá de algunas experiencias, a pesar del esfuerzo y del recorrido ya realizados, aún no hay un mapa compartido, un relato común ni una plataforma efectiva de visibilización mutua. El sector que construye todos los días una economía alternativa, no tiene todavía un espacio común ni una narrativa propia que circule con fluidez entre sus actores. Debilidad que a la vez es necesidad y oportunidad para el desarrollo.
En los encuentros participativos organizados para nutrir el estudio, se propició el intercambio de contactos y la identificación de ofertas y demandas. Tan sólo dos encuentros bastaron para establecer incluso algunos acuerdos comerciales entre las organizaciones presentes. Queda claro entonces que, más que una buena voluntad, se necesitan estrategias y estructuras comunicacionales estables, dinámicas, accesibles y con sentidos compartidos.
El documento afirma que “una de las condiciones fundamentales para el desarrollo de la integración es la generación de vínculos de confianza entre las entidades solidarias”, algo que se construye en gran parte a través de una comunicación más sólida.
Las cooperativas no solo deben contarse lo que hacen; tienen que reconocerse en un “nosotros”. Y eso no ocurre mágicamente, requiere de procesos narrativos, culturales y simbólicos que habiliten la construcción de una identidad sectorial, colectiva.
En este contexto, la comunicación deja de ser una herramienta instrumental - eso que “viene después” del desarrollo productivo - y se transforma en condición de posibilidad para la intercooperación.
El desafío no es solo desarrollar productos y servicios de calidad, sino que también debe existir una comunicación que sea de calidad. Y las organizaciones deben pensar a la comunicación como un agregado de valor a lo que hacen. No solo en términos de difusión, sino también en cuento a la vinculación con otros.
La integración económica de la EPSS es también un trabajo cultural, simbólico y comunicacional. Requiere mirarse, nombrarse, reconocerse, contarse. En un escenario hostil, donde lo colectivo no es valorado y el mercado lo invade todo, la comunicación entre organizaciones no puede ser un lujo ni una casualidad. Es la clave para la sostenibilidad, la autonomía y la escala. Aprovechando el impulso que pueda dar este “Año internacional de las cooperativas”, habrá que redoblar esfuerzos para conseguirlo.
* Licenciado en Comunicación UBA. Docente UNQ