Fue madrina de festivales de cine, pero en Gatillero, el film dirigido por Cris Tapia Marchiori, es "La Madrina" y mete miedo. Julieta Díaz encarna a una líder criminal que no es la más poderosa del bajofondo del Conurbano, pero su peso es importante. La nueva película de Tapia Marchiori la muestra en la faceta de "mala" en un film rodado en un solo plano secuencia en la Isla Maciel. El protagonista de la historia es "El Galgo" (Sergio Podeley), un hombre que purgó una condena y que en libertad acepta un trabajo sucio, pero en apariencia fácil de resolver, por el que va a ser traicionado. Al Galgo lo "condenan" también otros delincuentes que lo acusan de matar nada menos que a la Madrina. En el medio de unos y otros, el barrio no descansa y, como canta Fito Paéz, la zona es algo así como la ciudad de los pibes sin calma.

"Una de las cosas que más me sedujo de la historia es el director, con el que yo trabajé como asistente de dirección hace muchos años en un proyecto independiente en el que un grupo de cineastas nos juntamos a filmar, a hacer una película, todos como productores, como una especie de cooperativa. Hicimos un proyecto precioso con Paula De Luque", cuenta Julieta Díaz en la entrevista con Página/12. Ahí lo conoció a Tapia Marchiori y su manera de trabajar. "Y después cuando me contó del guión, y esta idea loca y maravillosa, que aparte solo él puede hacerla porque tiene una capacidad de laburo impresionante y una imaginación, y es un salvaje de este plano secuencia, de este tiempo real, todo de noche en la isla Maciel, la verdad que me gustó. Y también el personaje me parecía interesante", reconoce la actriz que compuso personajes históricos que hoy serían atacados, como Eva Duarte y Norma Arrostito. 

-El apodo de tu personaje es La Madrina. ¿Se te movieron las emociones cuando te dijeron cómo era el personaje?

-Es un personaje oscuro, complicado, pero en un entramado. No es que sea la única mala de la historia. Es uno de los entramados del narconegocio del barrio, pero en realidad ella responde a jefes más poderosos. Así que también tenía claro eso. Una de las cosas más interesantes fue que el director elegía para contar la historia también el lado de la gente del barrio. Contar qué pasa con la gente, los laburantes y las laburantas del barrio, cómo encaran esta situación, no solamente contar el mundo narco o el mundo gatillero de nuestro Conurbano o de nuestra realidad en la Argentina, sino también qué pasa con la gente que vive en ese barrio, que no tiene nada que ver con el narcotráfico y que quiere ir a laburar tranquila sin que la agarre una balacera a las 4 de la madrugada.

-¿Trataste de asimilar la crudeza del relato para encarnar al personaje? ¿En qué te basaste para componer a esta líder criminal?

-Me basé en lo que conocemos todos y también en la intuición, en lo que me fueron contando de este tipo de personajes, en el guión. Me basé un poco en todo eso.

-¿Cómo fue la experiencia del rodaje nocturno en la Isla Maciel?

-Rodar de noche siempre es intenso, y yo tuve dos o tres jornadas que fueron de noche. La última jornada es la última parte de la película. Esa última parte la rodamos desde las 6 de la tarde hasta las 8 de la mañana del otro día. Y la verdad es que fue muy intenso, pero también es parte de nuestro trabajo. Por momentos es muy sacrificado el horario, el frío, lo que hay que hacer quizá físicamente. En mi caso quizá no tanto, pero hay muchos personajes en la historia que tienen situaciones físicas intensas, pero también es parte del encanto de nuestro laburo. Contar historias es parte de esa realidad. Además, mi personaje que tiene menos participación. He filmado películas varias semanas de noche y es muy intenso, vas a contramano de todo, y encima con el frío es bravo.

-Claro, porque es una historia que no da respiro. ¿Eso pasaba también en el set?

-Y un poco sí, porque había poco tiempo, es una película independiente. Entonces, sí, la verdad que en el set pasaba eso y, además, el director era el camarógrafo. Tanto el protagonista como el director, además de artistas, son deportistas, son atletas. Eso se nota. En la película lo ves a Sergio trepar paredes, bajar paredes, saltar, subirse a una moto, bajarse de la moto, tirarse para acá, tirarse para allá. Y el director hacía lo mismo, pero con la cámara. Con la cámara jugaba casi lo mismo. Fue impresionante el laburo físico de los dos.

-Es una película, como decías antes, filmada en un plano secuencia. ¿Eso significó alguna dificultad en el rodaje?

-Sí, por supuesto, al filmar en plano secuencia había mucha adrenalina, que es lo que se imprime también en la película, de tomas únicas. O sea, la película está hecha en muy pocas tomas y en tomas únicas. No había cortes para edición. Mirás la película y pareciera que fuera realmente que no hay ningún corte. Es casi como si fuera una obra de teatro filmada.

-Cris Tapia dijo: "Gatillero es un thriller y un drama, pero en su esencia es una historia sobre supervivencia, traición y redención. ¿Coincidís con este análisis?

-Sí, absolutamente. Y es un thriller bien nuestro, de nuestra identidad, te mantiene en vilo en la butaca. Es impresionante lo que sucede con la peli.

-¿Crees que la historia tiene una cuota de realismo importante en relación al poder narco del bajofondo del Conurbano?

-Absolutamente, es totalmente realista la película.

-Hay temas que parecen sacados de la crónica diaria, como, por ejemplo, la complicidad policial, o el poder político que hace la vista gorda, pero lo interesante es que lo hace sin romantizar el mundo marginal, ¿no?

-Claro, es muy interesante que lo haga sin romanticismo o golpes bajos. Lo cuenta de una manera casi documental, utilizando el idioma en todo sentido como propio, como nuestra identidad. A mí lo que me gusta es que a veces nos la pasamos mirando películas de este tipo de conflictos, de este tipo de historias, pero norteamericanas, y nos metemos en ese mundo creyendo que es el nuestro. Se puede parecer, pero acá Gatillero se mete en lo que es nuestro también. Hay algo ahí que es impresionante en cómo uno lo siente cercano. Es de nuestra historia, de nuestra identidad.

-¿Te parece que tiene influencia de lo que fue el Nuevo Cine Argentino?

-Seguro que vamos retroalimentándonos y alimentándonos todo el tiempo de lo que sucede con el arte, con el cine y en la vida. Creo que Gatillero le suma algo que no estaba hecho: una película en plano secuencia, en tiempo real. Y eso genera un ritmo y una vivencia casi interactiva del espectador. Es como que el espectador o la espectadora terminan siendo un personaje más. Y yo siento que eso no ha sucedido antes en el cine. Puede estar inspirada en otras cosas, no solamente del cine argentino sino de otras partes del mundo. Pero lo que suma Gatillero es esto que decimos de este plano secuencia, en tiempo real. La película termina cuando está amaneciendo y vos pasás esa noche, esa hora y media la pasás con el Galgo en todo lo que le sucede. Estás al lado de él, prácticamente.

-Y la Isla Maciel también es como un personaje, ¿no?

- Absolutamente, claro. La Isla Maciel es un personaje porque además hay una textura, la noche, las luces. El trabajo cinematográfico de la película me pareció bellísimo, pero sin romantizar. 

-Hace poco se te vio en Corazón delator, donde componés a la vida de un donante de corazón. Si bien la historia tiene sus ribetes, ¿crees que hay toma de conciencia sobre un tema tan delicado como ese?

-Si una persona pierde la vida, se transforma en donante automático; si la familia no se opone, se puede hacer. Ahora hay una ley que favorece eso y me parece que siempre son cosas que tienen que estar todos de acuerdo. Todo lo que ayude a tomar conciencia para hacer más fácil la vida de las personas sin complicar la vida de otras personas, me parece que está bien, que forma parte un poco de la búsqueda de empatía, de solidaridad, de humanización. Son situaciones muy personales.

-Generalmente te toca componer mujeres con mucha fortaleza, pero hay uno que especialmente se caracterizaba por su fragilidad y que es muy recordado, el de Locas de amor. ¿Fue una teleserie que disfrutaste hacer en épocas en que la TV no estaba tan ligada a lo psicológico?

-Sí, disfruté mucho hacer esa serie. Fue intenso. Siempre son personajes intensos porque son personajes que sufren mucho y como actriz una los disfruta mucho, pero también son catárticos. Fue una época muy maravillosa de la televisión, en la que se hacían muchos programas y, además, trabajar en ese momento haciendo un unitario en Pol-ka, dirigidos con esos libros por Barone, no había algo mejor en la tele en ese momento, la verdad. Fue de mucho crecimiento para mí, de mucho aprendizaje en todo sentido. Trabajé con muchos compañeros a los que admiro mucho y quiero mucho. De todos los unitarios de Pol-ka, es uno de los más queridos. Terminó siendo un programa de culto después por muchas razones, y me llena eso de alegría y me pone muy contenta haber sido parte y haber podido sumar a eso.

-¿Y a qué atribuís la falta de ficción ahora en la TV actual?

-No sé si estoy calificada como para poder hacer ese análisis con un conocimiento profundo de causa. Desde la parte que me toca, siento que tiene que ver con que cambió la manera de ver televisión. La gente quiere elegir en el momento que ve las cosas. Por un lado, también la gente toma lo que le dan. Ahora estamos cenando en la mesa y, a lo mejor, mi hija ve una cosa en su iPad y yo veo otra cosa. Tenemos ganas de ver algo y cada una ve lo que tiene ganas de ver. Cuando sacamos la tele de la mesa y charlamos, me doy cuenta de que eso en mi época no era así. Cuando yo era chica se charlaba mirando la tele, pero tenías que adecuarte al horario que proponía la tele y después congeniar en tu casa con tus parientes a ver qué quería ver cada uno o cada una y ese era todo un tema.

-Y si tenías televisión...

-Si no tenías televisión, inclusive, a veces te perdías esa situación también para poder compartirla al otro día en el colegio o con los chicos. En una época no tuve TV, y llegaba al colegio y todos los chicos hablaban de los programas de la noche y yo no sabía de qué estaban hablando, me quedaba afuera. Tampoco fue un trauma para nada, pero era parte de las formas de vida de cada familia en esa época de mi vida. Pero hoy creo que para mí está atribuido primero a que hay otra manera de ver televisión. La gente ve cuándo quiere, cómo quiere, lo que quiere, y tiene una cantidad de ofertas impresionante. Quizás es demasiado... y con la globalización, ni hablar. Y después supongo que tiene que ver con la forma de vida y también que hoy para un canal es preferible tener programas de otro tipo y no arriesgar e invertir todo lo que sucede con una ficción. No veo que haya programas de ficción a los que les haya ido muy bien. Entonces, tampoco se puede culpar a alguien en especial. Me encantaría poder decir: "Que hagan más ficción en los canales, ¿cómo puede ser?". Me parece que hoy cambió.

-¿Y qué hay que hacer?

-Hoy lo que hay que hacer es invertir en la ficción en otro sentido -en el cine, en las plataformas-, que la repartición sea justa, que se paguen los derechos que corresponden a cada área que corresponde, que la Argentina pueda tener su proteccionismo como lo tienen los países a los que queremos imitar, proteger el cine, proteger el teatro, proteger las artes, la identidad nacional. Y también poder consumir lo que queramos, siempre y cuando eso no sea en detrimento de nuestra cultura, de nuestra industria. Porque somos una industria, no somos un grupo de colgados que hacemos cositas divertidas para que la gente se entretenga. Es nuestro trabajo. Una película son 300 personas, 300 familias. Es una industria que funciona muy bien también, y que nos prestigia y nos da un derramamiento de trabajo impresionante. Si buscás números, es impresionante la guita y la cantidad de trabajo que generó El Eternauta. Esas son industrias también, son industrias tan importantes como otras.