Yo, argentino

Todavía no sabemos con exactitud qué postales definitivas dejará este nuevo siglo, uno que ya empieza a tomar una forma mucho más contundente entre la nebulosa de la transición. Sin embargo, se puede decir que palabras como “épica”, “excentricidad”, “histrionismo” y “talento artístico y deportivo descomunal” definitivamente moldearon el pasado reciente argentino. Eso es lo que se puede ver por estos días en el clásico Centro Cultural Rojas, que ahora lleva el nombre Rojas UBA, donde se está exhibiendo la muestra Argentinos 1995-2025, una suerte de retrospectiva argentina a todo color a cargo del fotógrafo Maximiliano Vernazza, que bien podría cristalizar lo que fue una forma de ser y sentir local. De Sandro a Palito Ortega, de Fernando Peña a Guillermo Coppola, pasando por un joven Messi envuelto en la bandera nacional, un Maradona contemplativo frente a su pileta con la melancolía de Tony Soprano, Pappo en el taller de motos, Rodrigo agarrándose las mechas azules o Charly García cediendo la guitarra eléctrica a Susana Giménez. Estas son algunas postales clásicas que cristalizaron el fin del siglo XX argentino y que en conjunto revelan un secreto sobre nuestra bendita y maldita forma de ser. Vernazza, que entre otras cosas recibió el Premio Pléyade a la mejor foto periodística por su registro de la intimidad de Maradona, ha dicho que la verdadera artesanía, más allá de toda técnica o talento, es saber el momento exacto en que hay que levantar la cámara y cuándo abstenerse. Todo esto sucede en un año de festejo pues la fotogalería de Rojas UBA cumple 30 en actividad y esta muestra de ídolos dialoga con exposiciones celebratorias como el repaso de la movida del rock independiente y el jazz under a cargo de Alejandro Pihué y Pablo Astudillo, o la novísima Porteños de Claudio Larrea, una celebración de Buenos Aires y sus habitantes.

Mi guitarra triste andará

“Supongo que aún no están listos para esto, pero a sus hijos les encantará”, dijo Marty McFly justo antes de inventar el rock & roll en el clásico Volver al futuro. Un momento icónico del cine de los ochenta y también la última vez que se vio a esa pletórica guitarra Gibson ES-345 rojo vibrante. Parece que el equipo de la saga volvió a buscar el instrumento durante la secuela de la película en 1989, pero no lo encontraron y aún no saben qué pasó. Por eso, el mismísimo Marty McFly junto al Doc y otros personajes de la película, se unieron con Gibson en una campaña que pide ayuda al público para intentar recuperarla. Sucede que la película está cumpliendo 40 años y, justo a tiempo para los hijos de esa primera generación que vibró con los viajes de Marty, Gibson está produciendo un nuevo documental sobre la búsqueda de la guitarra: se llama Lost to the Future. “Está perdida en algún lugar del continuo espacio-tiempo. O quizás está en el taller de algún camionero”, dice Michael Fox. “Está perdida en el futuro”, agrega el Doc en el video que se difunde por estos días en redes sociales, y que también incluye una aparición sorpresa de Huey Lewis, cuya banda Huey Lewis and the News interpretó la canción principal de la banda sonora, The Power of Love. “Unite a la búsqueda por el mundo de la guitarra más importante de la historia del cine, mientras escuchas la historia de la icónica escena que inspiró a toda una generación a tomar las guitarras”, dice la invitación.

Un cohete en el pantalón

Algunos dirán que estas son grandes noticias, pero por estos días los especialistas intentan ir más allá del sensacionalismo y se están preguntando más bien por qué pasa lo que pasa. Sucede que un recién publicado estudio dirigido por académicos de la Universidad de Stanford reveló que en los últimos 30 años la longitud media del pene mostró un incremento de un 24 por ciento; es decir, la nada despreciable cifra de tres centímetros, y todo esto sin explicación alguna. “Si estamos viendo un cambio tan rápido significa que algo importante está ocurriendo en nuestros cuerpos”, aseguró el doctor Michael Eisenberg, autor principal del estudio, a quien no le hace mucha gracia el advenimiento obvio de una avalancha de chistes online después de la publicación y aclara que además no hay ninguna correlación con un salto evolutivo para los portadores de pene. “Podría haber varios factores en juego, como la exposición a sustancias químicas como pesticidas o productos de higiene, que interactúan con nuestros sistemas hormonales”, agregó bien serio. La cosa es que viéndolo más de cerca, el estudio que se publicó en la revista World Journal of Men’s Health, también reveló que después de una segregación por áreas, los penes que más crecieron en el mundo fueron los europeos y asiáticos, mientras que los norteamericanos incluso se encogieron levemente, lo que indica que el tamaño del pene podría tener mucho más que decir de lo que pensamos sobre las costumbres, estilo de vida y nutrición de cada zona del mundo.


El club de la pelea

Son chicos y chicas de entre 30 y 50 años y ninguna experiencia deportiva. Más bien todo lo contrario: algunos no sabían siquiera saltar la soga, y otros tuvieron que anotarse una inicial en cada guante para diferenciar algo tan básico como el costado del cuerpo. “Lo que me encanta de este grupo es que sus miembros son guionistas y directores, personas intelectuales metidas en sus cabezas. Pero cuando boxeás, tenés que poner la atención en tu cuerpo, como mínimo debés ser capaz de distinguir entre tu izquierda y tu derecha”, dice Adam Mortimer. Él es director y productor de cine de terror. Y a estas alturas también es conocido como el fundador de un curioso club de lucha que montó en el garage de su propia casa en Los Ángeles y que acogió a los trabajadores de cine de género que buscaban mantenerse cuerdos durante la pandemia. El clan comenzó ni bien empezaron las vacunaciones contra el virus y todavía no tiene un nombre específico. Reúne cineastas y artistas de terror, ciencia ficción y videojuegos (una industria en franca expansión) y se junta a entrenar en exigentes sesiones dos veces por semana. “Es saludable experimentar el miedo en un entorno controlado. ¡Por eso la gente boxea y ve películas de terror!”, dijo al LA Times uno de sus habitués, Jarrett Lee Conaway, director de la serie Grand Crew de NBC. La cosa es que lejos de amainar o desvanecerse junto con el fin del covid 19 y el retorno a las actividades, el club de lucha se expandió cada vez más. Fue una forma de liberación del estrés para los trabajadores de Hollywood, pero ahora mismo hay quienes dicen que es mucho más que eso: que ya no es Comic-Con el mejor lugar para socializar y compartir proyectos de terror o ciencia ficción, sino aquel club de lucha donde puede convivir a las trompadas un ganador de Sitges Film Festival y la voz de doblaje del nuevo juego de Mortal Kombat. “Cuando boxeamos, los cineastas nos ayudamos a resolver problemas. Podés hacer preguntas improvisadas que en cualquier otro lugar resultarían incómodas, y también te enterás de las victorias de los colegas”, dice Deanna Rooney, trabajadora de la industria que se unió al club por el estrés que manejó cuando le tocó ser asistente de Roger Corman Jr. Y agrega: “En Los Ángeles, todo el mundo quiere espectáculo y uno siempre finge que todo va de maravilla. Pero una vez que llevás una hora golpeando y recibiendo golpes, te sentís súper cómodo diciendo cualquier cosa a cualquiera”.