Con una fuerte carga de ironía, Víctor Hugo Morales lanzó una durísima crítica a la derecha por haber festejado la supuesta baja de la inflación y enfocar su atención en el balcón y la tobillera electrónica de Cristina Kirchner, mientras se minimiza la desocupación, que alcanzó su peor nivel en cinco años. "La gente es mucho más mansa de lo que nos merecemos", afirmó.
El editorial de Víctor Hugo Morales
Hace unos días interrumpían el bombardeo sobre San José 1111 para anunciar que la inflación era la más baja en cinco años.
Ya hablamos de que es todavía más alta que en los años dorados del 2014 y 2015, cuando González Fraga enrojecía de rabia porque la gente vivía bien, y el salario estaba por arriba de la inflación y era el más alto de América, y los jubilados y la AUH y todo lo que ya sabemos.
Así que hace unos días la mafia de Clarín gritaba la baja de la inflación, la mejor de cinco años.
Pero hoy se les chispotea que la desocupación llegó al peor número de los últimos cinco años. Precisamente, cinco años.
Mire usted cómo son las cosas: lo único que hay en los títulos brutales es tobillera y balcón. Tobillera y balcón.
Magnetto le da al megáfono el mayor volumen y La Nación alivia a la población poniendo en letras bien grandes que Cristina ya está controlada por tobillera. Ya la tienen bajo control porque si no... andá a saber de lo que es capaz. Bolea una pierna y salta, y se escapa por San Juan, que ahí es en bajada, además.
"Me quedo más tranquilo", habrá dicho algún envenenado. Si la tienen controlada así, esto va mejor. ¿Atarla no podrían? ¿Atarla por el cuello colgando del balcón, ya que Sabag no sabe apretar el gatillo, no podrían?
A ciertas señoras derechosas, mientras tanto, les llega el dato de que las princesas de la historia usaban tobillera. Hace seis mil años ya las usaban como un dato de elegancia. Pucha, lo único que falta es que sea un detalle de elegancia. Ya les gustaría menos.
Y a todo esto, la desocupación, la peor de cinco años, queda en las páginas de adentro y disimulada todo lo posible. Nada del ocho por ciento, de las primeras cientos de miles de víctimas del régimen, sostenido por la patota de las tobilleras.
La tapa va con tobillera, Messi y algún relleno.
Es decir que los que se van quedando fuera del sistema no tienen prensa. Ocho por ciento son millones. Pero millones es uno. Un hombre o una mujer, o ambos, que ya no tienen plata ni para salir a pedir trabajo. Uno de esos millones llamó a 30 personas y nadie tiene nada para ofrecerle:
—Te tengo que pagar una vergüenza, no te puedo dar nada como la gente.
Uno o una se levanta a las seis, riega una planta, toma unos mates, cree que está cerca del mediodía y recién son las siete. Los pibes se van al colegio y ellos se quedan en la puerta. O los llevan y al volver no saben para dónde agarrar.
También hay tres millones de sobreocupados.
Y tres millones que buscan estar con una changa más.
Uno sale a caminar para ver qué pasa. Saluda al diariero de la esquina, le cuenta la malaria, la comparte. El diariero le hace una seña con los ojos para que mire la pila de diarios.
Y entonces, uno, que son millones, ve solo la palabra tobillera.
La gente es mucho más mansa de lo que nos merecemos.