El país se convierte en un túnel del tiempo que, víctima de intensas tormentas políticas, remite a los argentinos y argentinas a distópicos escenarios de algunas décadas atrás.

Con distintos protagonistas, la historia vuelve a repetirse, como señala algún tango que aún hace piantar lagrimones. No sólo la escena se presenta con pinceladas de menemismo explícito y de su modelo de convertibilidad, sino también con los mismos debates, enfoques y criterios con los cuales se disputaba la agenda política.

En la coyuntura de un avanzado 2025 y tras estridentes y rutilantes anuncios del gobierno nacional por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se reconfiguran las inquietudes sobre cuál es el foco que se pone en el escenario económico.

Es cierto que el gobierno intentó potenciar la noticia de la eliminación del cepo para la compra de dólares, pero aún así reaparece una gran inquietud: ¿Es posible simular la felicidad mediante la mejora de una variable económica que sólo le puede interesar a un sector de la clase media?

El otro interrogante en punto de ebullición pasa por saber cuánto tiempo esta noticia -calificada de “histórica” por la Casa Rosada- ocultará las ruinas que va dejando a su paso esta combinación de la política de la motosierra y la desidia en materia de asistencia social y la ejecución de obras públicas.

En este punto del recorrido es obvio que el gobierno nacional apuesta a un pleno de ruleta con el “carry trade” para mantener el dólar bien planchado y ,a la vez, discutir que un tres por ciento de inflación en abril será un “éxito” aún cuando se haya vuelto a índices mensuales de años recientes.

Tal vez, la falta de buenas noticias en la economía doméstica explique el nerviosismo de alguien que, pretendiendo el premio Nobel de Economía aún tiene riesgo de pruebas recuperatorias.

Y en materia de comunicación institucional y política, el oficialismo ya trasciende y quiebra todos los protocolos mínimos porque, en realidad, no alcanza la algarabía de ridiculizar, ya no a una oposición partidaria específica, sino a todo aquel que no coincida con los festejos de un imaginario éxito económico.

De a poco, le dicen al rey que está desnudo. Puede ser que el periodismo verdaderamente independiente haga el papel del niño del famoso cuento de Andersen, en este caso, aquel que le señala al Presidente que escasean los motivos para disfrutar de alguna bonanza en la mayoría de los hogares.

Por el momento, somos todos testigos de alguna etapa peligrosa como es la reacción del poder en su manera más agresiva, pasando de la ridiculización a otra fase como es el odio a la prensa y a los periodistas.

Vale para la ocasión la cita de una regla democrática como es la de preservar la más excelsa calidad institucional como es la libertad de prensa y el derecho a informar.

En esas cuestiones también se fijan en otros países, incluyendo aquellos donde mandan los mercados y donde se analizan bonos, asientos contables e inversiones.

* Periodista, Licenciado y Doctor en Comunicación UNLP