Desde Amsterdam

El consagrado artista alemán Anselm Kiefer exhibe en estos días una imponente doble exposición, en dos de los más importantes museos de Europa: El Museo van Gogh y el Stedelijk, situados uno al lado del otro. Por primera vez en su historia, ambas instituciones presentan una exposición conjunta, "por tratarse de uno de los más destacados pintores vivos de nuestro tiempo". La gran muestra abarca obras que cubren un amplio abanico temporal, desde 1961 hasta el presente; y hay grandes instalaciones de sitio específico, realizadas especialmente para estas salas.

Kiefer nació en 1945 en Donauschingen, Alemania, un pueblo al suroeste del país, en la región de la Selva Negra. En sus inicios se dedicó brevemente al conceptualismo, pero luego se enfocó en la pintura, transformándose en uno de los máximos representantes del neoexpresionismo.

Sus enormes pinturas no dejan a nadie indiferente: junto con el formato, el tema -muchas veces relacionado con la historia y la mitología alemanas, pero también con la literatura, y en este caso con la larga influencia de la obra de Van Gogh- y el tratamiento, muy trabajado y matérico.  A lo largo de los años ha venido aplicando en sus pinturas ramas, paja, óleo, emulsiones, plomo, incluso sangre animal. Sus obras tienen volumen: la combinación entre materiales pesados y frágiles sobresale de la tela. El negro de sus cuadros, que remite muchas veces a la historia alemana y al nazismo, coloca a Kiefer como un artista surgido a partir de las cenizas del Tercer Reich y su obra siempre tuvo una intensa mirada corrosivamente crítica sobre el pasado nazi alemán.

Durante varios momentos de su itinerario pictórico Kiefer realizó obras en relación con la pintura de Van Gogh. En la tela La noche estrellada (2019), que pintó con emulsión, óleo, acrílico, goma laca, paja, láminas de oro, madera, alambre y óxido de hierro, la cita a Van Gogh es evidente: el cuadro homónimo de Van Gogh está en el MoMA de Nueva York. Allí se ven cielos ondulantes y poblados de estrellas, que junto con la luna orbitan alrededor de sí mismas, formando un cosmos propio. Kiefer evoca el cielo nocturno a partir de Van Gogh.

Una temática constante en su obra es el paisaje. El artista alemán pasó su niñez cerca de la Selva Negra, rodeado de una casi impenetrable densidad boscosa, que contrastaba con otras zonas cercanas, desoladas. Ambas conformaciones del paisaje son continuamente evocadas en sus pinturas: campos dorados, zonas selváticas, semillas, guadañas; pero también tierra quemada y hachas. En el trabajo con lo paisajístico se cruzan las referencias literarias, que en esta muestra van desde desde Edgar Allan Poe a Paul Celan, pasando por Louis Ferdinand Céline.

La influencia de Van Gogh está tan presente en la obra de Kiefer, que el Museo van Gogh descolgó obras clave del recorrido habitual de la muestra cronológico/temática de Van Gogh para colocarlas en el sector de exposiciones temporarias, junto a las grandes pintura de Anselm Kiefer, en un diálogo deslumbrante: campos de trigo, girasoles, la noche; núcleos luminosos arremolinados, horizontes bajos o muy altos, así como la fuerte presencia de la materia pictórica y la pincelada.

Según dice el propio Kiefer: “Van Gogh construye sus pinturas de forma muy deliberada, dotando al paisaje de un nuevo contexto. Y, sin embargo, a pesar de la simplicidad de la composición, nos conmueve, nos abruma incluso: sentimos que nuestra incierta aproximación al mundo ha quedado al descubierto”. El artista alemán cita una frase de Van Gogh “Los libros, la realidad y el arte son lo mismo para mí”, porque los componentes enumerados por Van Gogh, son también claves en la obra del alemán.

En relación con los girasoles de Van Gogh, Kiefer escribe que “el girasol está conectado con las estrellas, porque se mueve hacia el sol. Y por la noche está cerrado. En el momento en que explotan, son amarillos y fantásticos: ese es precisamente el punto donde comienza su declive. Así que los girasoles son un símbolo de nuestra condición de ser”.

La segunda parte de la muestra, en el Museo Stedelijk, parte de una larga relación del Museo con el artista, no solo porque la institución fue adquiriendo varias obras de Kiefer a lo largo de los años, sino también por haber organizado una exposición individual del artista en 1986. De modo que casi cuarenta años después, el Museo presenta por primera vez juntas todas las obras de Kiefer que hay en su colección, junto a otras obras de escala monumental realizadas especialmente por el artista. Temáticamente varias de la obras de la colección remiten a paisajes desolados y a una arquitectura cargada de emocionalidad, donde se advierte su mirada fuertemente crítica respecto del pasado reciente alemán.

La demoledora obra Viaje al fin de la noche, de 1990, es una escultura monumental de plomo que remite a la maqueta de un avión bombardero alemán (realizado además con vidrio, amapolas secas, libros y una serpiente disecada). El título cita la novela homónima de Louis Ferdinand Céline acerca de la guerra. Sobre las alas del avión se apoya la historia en la forma de libros gigantes que obstruyen los motores. Mientras que la serpiente está en la cabina.

Ascendiendo, Ascendiendo, Cayendo (2024) es una instalación de sitio específico, realizada con impresión fotográfica sobre papel, plomo, acero, vidrio, ceniza, yeso, arcilla, terracota, cabello, plumas y plantas secas. En la obra las fotos cuelgan de cintas de plomo al modo de rollos de película. Del mismo modo que sucede en las pinturas del artista, aquí se pueden ver paisajes y arquitecturas. Hay imágenes de su estudio y de performances que realizó. El título está tomado del Fausto de Goethe, especialmente del pacto con el diablo, a cambio de obtener un conocimiento superior.

La doble exposición de Anselm Kiefer en los Museos Van Gogh y Stedelijk de Amsterdam sigue hasta el 9 de junio.